El viaje a Tampico había sido genial, mi compañero y yo aprendimos bastante y somo menos teóricos que hace una semana, además de que lo espartano del hotel nos impulso a conocer la ciudad, de lo cual no me arrepiento, Tampico me gusto mucho.
Pero, como ocurre siempre en esta esimia vida, las cosas tomaron un giro para mal, y uno terrible, en la mañana, mientras desayunaba para volver a ciudad de México y volar a Mérida me entero que las escuelas están cerradas (también me toca, recuerden que soy maestro y que además necesito ir a mi ex-escuela por una carta), lo que de inmediato me pone a pensar lo peor (tenía 16 años cuando leí contagion en los comics de Batman) y ya ni tuve estomago para leer el aftermath, y lo peor es que entre mi llegada a Ciudad de México y mi salida para Mérida tendría que estar en el aeropuerto unas horas, así que me metí a un restaurante y rogué por que estuviera vacio, pero el avión es otra historia, ya en Mérida, mis compañeros se fueron de fiesta, yo no me les uní, aunque con lo que me cuentan, me pongo a penar que no me hubiera arrepentido, pero no estaba de humor, me la pase siguiendo las noticias, y eso sólo realimentaba y fortalecía mi psicosis (como lo admití en Facebook), así que no, no hay muchas fotos y las tres que están aquí son todas desde mi ventana en el quinto piso del hotel María del Carmen.
A mi regreso a la ciudad de México esta era la imágen, el lugar en un silencio casi total, la gente tensa, los extranjeros con cara de horrro y desconcierto, una tensa calma.
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