Thursday, August 5, 2010

65 años después

Es por éstas fechas cada año que el debate sobre si fue en realidad lo más humano o un verdadero crimen lanzar las bombas sobre las ciudades japonesas.
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Hoy no vamos a tocar ese tema, después de la caída del muro, los chicos que hoy en día tienen menos de 25 no recuerdan como era aquello de la guerra fría, esa certeza de que en algún momento personajes como Reagan con su programa "Star Wars" (para evitar la aniquilación mutua asegurada) podrían haber terminado con todo y Japón es aún el único país que ha sido víctima del ingenio del hombre para destruir.

No es un tema fácil, el ejercito japonés fue un rival diferente a todo lo que Estados Unidos que fue literalmente obligado a involucrarse en una guerra en la que no quería tener parte se había enfrentado, los diferentes pueblos cierto tienen esa tendencia primitiva a lanzarse a la guerra, pero cada nación tiene diferentes modos de entenderla.
Es aquí cuando surge la figura de Ruth Benedict, una persona que pocos conocen, pero que puede bien haber marcado la vida de millones de personas, sobre todo en Japón, pues fue ella la que recomendó el modo de tratar al pueblo nipón después de la victoria, en un modo distinto a lo que se hizo con Alemania, y creo que Estados Unidos guió adecuadamente a ambas naciones (Alemania se dividió técnicamente en cuatro, por lo que las cosas son menos claras) y ya sabemos lo que los siguientes 50 años marcaron para Japón hasta que arrancó la década pérdida, ambas economías crecieron hasta ser las número dos y tres del mundo.
No, no es un tema fácil, ni que se pueda ver en blanco y negro, si Japón se hizo rico (ya iba en una acelerada carrera desde la restauración Meiji, digo, hasta detono la revolución rusa) pero ya sabemos que las cosas están duras en la cuestión de autonomía, y que las bases en las islas sureñas son causa de problemas al día de hoy, digo, don Hatoyama lo puede confirmar.


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