El primer libro del presidente Obama, y el segundo que leí, de hecho lo publicaron de nuevo después de
aquel discurso en la convención de 2004, y traía ya un avance de su popular "
Audacity of Hope", la vida de Obama ha estado marcado por su herencia multi-étnica, multi-racial y multi-cultural, que
Barack Obama no haya sido un negro de ghetto norteamericano no lo aleja de la confusión que eso le provoca, mucha gente nunca se preocupa por saber de donde viene, otros tiene la bendición de tenerlo muy claro.
En éste libro Barack habla de él, de su infancia, de la historia de sus padres, como a él se la contaron, de sus muchos hermanos, de sus abuelos y su madre blancos, del centro de los Estados Unido, de como llegaron a
Hawaii y de lo que le debían a la
G.I. Bill, de como creció sin conocer a su padre hasta los diez años, nos explica como una respuesta de
una escuela en Hawaii ha sido trascendente en la historia reciente de los Estados Unidos, de su confusión cuando llego a los Estados Unidos Continentales, de sus paso por la escuela, de su trabajo como organizador en Chicago, de su ingreso a Harvard y la duda constante de quien era su padre, y el proyecto de viaja a África, del efecto sobre un hombre negro de estar allá sin sentirse observado, de sentirse oprimido, y como conoció a la familia de su padre y de su abuelo, pero lo hizo después de la muerte de su progenitor, el libro si es largo, pero es muy personal, no creo que los que le llaman" una construcción" estuvieran detrás de él desde 1995 y falsificaran esta obra.
El padre lejano opaca a la madre que lo hizo todo por él, y eso le ha traido muchas criticas a Obama, incluso él en la introducción de la nueva edición dice que si hubiera sabido que su madre no sobreviviría su enfermedad hubiera escrito un libro diferente, obviamente las criticas llegan con tubo desde sus muchos detractores, es difícil recomendar este libro a alguien que no este interesado en la persona del presidente de los Estados Unidos
“I think sometimes that had I known she would not survive her illness, I might have written a different book — less a meditation on the absent parent, more a celebration of the one who was the single constant in my life. In my daughters I see her every day, her joy, her capacity for wonder. I won’t try to describe how deeply I mourn her passing still. I know that she was the kindest, most generous spirit I have ever known, and that what is best in me I owe to her. “